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    MITOS DE VERANO

    16/08/2017

    Cada verano volvemos a escuchar frases que se repiten, y que acaban convirtiéndose en mitos veraniegos.

    El corte de digestión

    La hidrocución o shock termodiferencial es como se llama el corte de digestión, y es el principal mito de verano. 

     

     

    Tener que dejar pasar dos horas desde que comes hasta que te puedes bañar hace que muchos niños vean reducidas sus horas de diversión en la piscina.

    Es posible sufrir un síncope cuando se produce un cambio brusco de la temperatura corporal, por ejemplo al pasar de un ambiente caluroso a otro mucho más frío, algo relativamente fácil en un baño veraniego. En estas circunstancias se puede sufrir una inhibición de la función respiratoria y circulatoria por reflejo, lo que puede comprometer la vida, sobre todo si se pierde el conocimiento y se está en el agua.

    Para que no pase esto, se pueden tomar precauciones como no zambullirse de forma brusca cuando el agua tiene una temperatura inferior a los 18°C o no estar especialmente calientes antes del baño, ya sea por una exposición prolongada al sol, por estar en ambientes muy calurosos, por esfuerzo físico intenso con gran sudoración o por estar en tratamiento con algunos fármacos o drogas que favorezcan esta situación.

    Las comidas copiosas también pueden facilitar ese shock termodiferencial.

    Si te metes despacio tras haber tomado una ducha, mojado las muñecas, nuca y cabeza, el riesgo de hidrocución desaparece.

     

    En verano hay que beber más

    Pues en líneas generales es cierto, o al menos más probable. Estar expuesto a temperaturas más calurosas de forma continuada implica una mayor sudoración, y por tanto una mayor pérdida de líquidos, lo que contribuye de forma inexorable a un balance hídrico negativo. Nuestra respuesta fisiológica ante esta situación es la esperable: se despierta nuestra sed y buscamos hidratarnos, con lo cual sí que es probable que por término medio terminemos bebiendo más.

    No  debemos olvidar el aporte de agua que recibamos de los alimentos que incluya nuestra alimentación estival. Las sopas frías de vegetales como el gazpacho, la inclusión de frutas y verduras (con una alta proporción de agua en su composición) y otros alimentos contribuyen en positivo a equilibrar ese balance hídrico.

    Es inevitable recordar aquí las sentencias que afirman que hay que beber dos litros de agua al día o cualquier otra medida concreta que se postule. En líneas generales la sed de cada uno, y ningún otro mecanismo o recomendación, ha de servir como guía para hidratarse. Y ten en cuenta que ni las bebidas alcohólicas (como la típica cervecita), los refrescos, los granizados y demás no son la mejor elección para hidratarse: el agua debería ser siempre tu primera opción.

     

    Un helado o un sorbete ayudan a hacer la digestión

    Los helados, habitualmente cargados de azúcar o grasas, o ambos al mismo tiempo, definitivamente no ayudan a hacer la digestión. Además, al elegir esta opción como postre, de rebote se desplazan otras posibilidades realmente asociadas a un patrón de alimentación saludable, como la fruta de temporada fresca. El mito podría derivar de aquel protocolo presente en algunos postoperatorios de cirugía digestiva que recomiendan el helado.

    Las razón en este caso es que el helado es un alimento suave que no va a irritar la mucosa gástrica o el epitelio intestinal de los recién operados, mientras su temperatura, en especial si la cirugía ha sido de esófago, ayudaría a contener una posible inflamación. Pero si estás en una playa y no acabas de salir del quirófano, lo del heladito es solo una excusa.

     

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