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    ¿Mi hijo sufre acoso escolar? Diez indicios para detectarlo

    El acoso escolar es un grave problema que sigue muy presente en nuestra sociedad. Casi un 6% de los niños y niñas españoles ha tenido relación con algún episodio de ‘bullying’, según un informe de la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), que revela otro dato preocupante: solo uno de cada tres menores que lo sufren son capaces de transmitir su drama a su familia.

     

     Cada vez más padres presentan denuncias ante los ataques de diverso tipo que padecen sus hijos en los colegios. Pero, por lo general, ese paso llega demasiado tarde: cuando la víctima ya está seriamente perjudicada. «Denunciar los casos ante la Policía o ante los responsables de los centros escolares no suele ser, por sí sola, la solución». «Lo fundamental es que haya previamente un diálogo entre los padres afectados (los del agresor y los chicos agredidos), los tutores y los propios chicos; y no solo buscar culpables», explica.

     El último caso conocido es el de un menor de 17 años que sufría palizas y hurtos desde el comienzo del curso en un centro de formación profesional de Leioa. «El acoso hoy en día puede ser muy sutil. No se tiene por qué dar una agresión física. De ahí la dificultad de detectarlo muchas veces». ¿Cómo pueden detectar los padres si su hijo está siendo acosado en el colegio?

     

    Indicios para poder detectarlo:

     

    1. El sueño. La eterna pelea nocturna para que se acueste el niño y resista la tentación de quedarse 5 minutos más delante de la TV o jugando a la consola puede aportar pistas. “Si se acuesta muy tarde, alarga mucho más de lo habitual el momento de marcharse a la cama o por la noche tiene pesadillas con asiduidad, es un indicio claro».

    2. Fiebre, dolor de cabeza, de barriga… Síntomas psicosomáticos. Quien más y quien menos ha fingido alguna vez encontrarse mal para no ir al colegio. Un joven acosado experimentará síntomas de ese tipo como consecuencia de la ansiedad que le puede producir volver al centro. Esas señales pueden agudizarse los domingos, víspera del regreso a la escuela tras un ‘pacífico’ fin de semana.

    3. Alimentación. Este es otro de los factores a tener muy en cuenta. «Algunos niños, cuando sufren este tipo de acoso, pierden el apetito de forma temporal», apunta el psicólogo clínico.

    4. Cambio de carácter. Los constantes cambios de humor y mostrarse más sensible que de costumbre pueden constituir otro indicio. Además, es común que se sobresalte por todo y conteste de malas formas. «El niño acosado estalla en cualquier momento. Contesta a los padres y vuelca su agresividad sin excusas».

    5. Disminución del rendimiento escolar. Un bajón en el rendimiento académico puede ser otro buen indicador de que pasa algo. «El empeoramiento de las calificaciones, olvidarse de hacer los trabajos, las tareas… son claros ejemplos», alerta el experto.

    6. Ropa deteriorada y material escolar estropeado. Si el niño vuelve a casa siempre con la vestimenta rota o muy manchada, o el material en malas condiciones y no sabe dar explicaciones claras al respecto, puede estar siendo objeto de acoso.

    7. Silencio. Hasta el niño más hablador y dicharachero puede tener días menos expresivos. Pero «volverse callado» de repente es, junto a la aparición de otros indicadores, un síntoma habitual de las personas que sufren ‘bullying’.

    8. No invita a amigos a casa. ¿Quién no ha traído a merendar a un compañero de clase a casa? El adolescente acosado puede considerarse diferente a los demás y por ello no invita a nadie. Quizás no lo haga, además, por miedo a que ese amigo sea rechazado por sus agresores y comience a ser objeto de acoso simplemente por juntarse con él.

    9. «Fugas» de clase. Otra señal, casi siempre inequívoca, es el elevado número de faltas o ausencias a determinadas clases en el instituto, sobre todo si las ‘fugas’ las lleva a cabo sólo y no acompañado de otros escolares. Además, cuando se descubre la acción, es incapaz de dar explicaciones convincentes de dónde estuvo esas horas, ni por qué lo hizo.

    10. Falta de concentración. La expresión ‘estar pensando en las musarañas’ puede tener un sentido claro en este tipo de casos. Los padres pueden notar que a sus hijos «les cuesta concentrarse y que dejan de socializar con todo el mundo».

     

    Finalmente, una vez detectado el problema, Luis Ángel Díaz aconseja a los padres cómo se debe actuar. «Lo primero es hablar con el niño. Si el joven es capaz de hablar, de expresarse, contar el problema, tendremos gran parte del trabajo hecho. Según sucede, también ayuda mucho hablar con el tutor. Él tiene una visión diferente, ve al niño en su día a día, y la colaboración entre padres y profesores es la clave para afrontar el problema. Es un trabajo conjunto», concluye.